jueves, 27 de mayo de 2010

Primera vez en Uruguay - el día después

En un anfiteatro colmado, con gente de pie, donde el "amor y el respeto" se respiraban, se llevó a cabo la presentación del libro El caballo perdido y otros cuentos de Felisberto Hernández. El emotivo encuentro culminó en el colonial Patio de los Carruajes, con el notable concierto del pianista Sergio Elena, acompañado del grupo "Bantú".
Reproducimos a continuación las palabras que el presidente de la Fundación Felisberto Hernández, Walter Diconca, pronunció en la ocasión:

Muchas gracias por su presencia señor sub-secretario Roberto Conde, gracias sub-director de Asuntos Culturales Álvaro Malmierca, ambos representantes del Ministerio de Relaciones Exteriores, organismo que integra a través de su departamento 20 a los miles de compatriotas que viven en el exterior. Gracias director Wilson Netto de la Universidad del Trabajo del Uruguay, instituto que puso al servicio de la comunidad su conocimiento técnico profesional. Y gracias Abbate y Cía. por la demostración de responsabilidad social-empresarial y por su compromiso con la cultura.

En la Fundación Felisberto Hernández estamos convencidos de que esta forma de trabajar es la que requiere el país: una construcción colectiva donde convergen el estado, la empresa privada y la sociedad civil. De todas maneras siempre hay un impulsor y, en este caso, fue Alfredo Coirolo, un servidor público con eficiencia ejecutiva. Para definirlo tomo prestadas las palabras de Julio Bocca en el SODRE: Alfredo trabaja con “disciplina, amor y respeto”.

El libro que presentamos hoy es fruto del esfuerzo mancomunado de muchas personas que, como Javier Malveder, sacrificaron hasta el fin de semana para que el diseño llegara a tiempo a imprenta. Hoy que conmemoramos el apoyo de Artigas a la primera Biblioteca Pública, y estando en presencia de funcionarios del estado, es bueno recordar las palabras del prócer: “Los cargos que da la patria son de honor y empeño para la felicidad pública”.

Agradecemos especialmente a Elsa Alvarez Reyes que propusiera el nombre de Felisberto para esta colección de “Homenajes”.

Este libro tiene básicamente dos objetivos, uno de divulgación y otro educativo, por lo cual la selección es heteróclita. Tenemos entonces desde un cuento como “La pelota”, para escolares, hasta “Lucrecia”, un viaje en el tiempo para alumnos avanzados de secundaria, pasando por “Genealogía”, un texto que publicó Hernández a los 24 años y que es utilizado por los profesores de Matemática. En este volumen, además, se podrá seguir fácilmente la vida y obra de Felisberto a través de una biografía ilustrada.

La difusión se hará en todo el país a través de la Universidad del Trabajo y en el exterior por medio del Ministerio de Relaciones Exteriores.


Felisberto obtuvo tres premios del Ministerio de Instrucción Pública, figura en los planes de estudio de secundaria, ha recibido múltiples homenajes internacionales y es objeto de tesis académicas; sin embargo, es la primera vez que lo publica el estado uruguayo. ¿Será porque fue un adelantado a su época? Quizás encontremos la explicación en el Salón Municipal de 1943. En esa ocasión, Felisberto ganó el decimonoveno premio, nada menos que con “El caballo perdido”. Al peguntársele al jurado porqué Hernández había obtenido sólo el premio 19, la explicación fue que este autor era “un verdadero original”; Felisberto comentó entonces: “vaya forma que tiene este país de premiar la originalidad”.

Este rasgo no escapó, sin embargo, al análisis del escritor mexicano Carlos Fuentes que ya, a fines de la década del 60, decía: “el tránsito de la antigua literatura naturalista y documental a la nueva novela diversificada, crítica y ambigua (...) lo cumplen, de manera radical e imaginativa, dos grandes cuentistas uruguayos, Horacio Quiroga y Felisberto Hernández”.

Y así Felisberto es reconocido no sólo por su originalidad sino, propiamente, como vanguardia.

Para los que no conocieron a Felisberto quiero recordarles que su capacidad narrativa oral era tan excepcional como la escrita. Teniendo yo unos diez años, mi abuelo me contó una historia que al día de hoy no sé si es realidad o ficción. Caminando él por la Ciudad Vieja un hombre lo para a la puerta de un zaguán y le pide que le de una mano. Felisberto accede y entran a la casa, en cuyo patio había un caballo. El hombre le pide que lo ayude a subir el animal por una estrecha escalera que desemboca en un baño. Uno tirando y el otro empujando logran subirlo y lo hacen entrar en la bañera. Felisberto asombrado le pregunta: “Disculpe mi curiosidad, pero ¿por qué metió el caballo en la bañera? El hombre le contesta: “Yo tengo un hermano mayor y cada vez que le digo algo, él me contesta sobrador: ‘Yo ya sabía’. Hoy, cuando regrese del trabajo y baje corriendo a decirme: ‘¡Hay un caballo en la bañera!’ yo le voy a contestar ‘¡Yo ya sabía!’”

Pero Felisberto no estaba solo, su constelación intelectual y humana fue sumamente rica y es bueno recordar a quienes estuvieron a su lado porque ellos también forjaron los cimientos de la genética cultural del país. Voy a mencionar algunos nombres de quienes fueron sus amigos y que permanentemente participaban de tertulias con grandes tormentas de ideas y de creación. Y lo digo también como forma de honrarlos: José Pedro Bellán, Carlos Vaz Ferreira, Joaquín Torres García, Amalia Nieto, Jules Supervielle, Paulina Medeiros, Susana Soca, Reina Reyes, el psiquiatra Alfredo Cáceres con quien Felisberto hacía ronda de pacientes externos. Quiero mencionar especialmente a dos amigos de Felisberto que en poco tiempo nos han dejado: Orfila Bardesio, una poeta de fuerza singular y que a través de sus versos nos deslumbró con la naturaleza y nuestra responsabilidad frente a ella, mucho antes de que conociéramos la palabra ecología, y Juan Carlos Carrasco, gracias a quien tenemos hoy una Facultad de Psicología; dos seres muy queribles y queridos por nosotros también.

De esa época quisiera leer un pequeño testimonio de su amiga Esther de Cáceres, esposa de Alfredo: “Mi visión de Felisberto Hernández a través de largos años (casi cuarenta años de una amistad sin sombra... ¡y es decir!), a través de nuestros encuentros en el ambiente recogido de nuestra casa, da otra imagen que fielmente evoco aquí: la de un creador sacrificado, solitario, desamparado, humilde, delicado en el trato, ardiente en el diálogo, siempre tendido a la seriedad y a la profundidad, la de un ser prodigiosamente dispuesto a dar cuanto tenía de gracia, bondad, original ingenio. Y más: dispuesto a compartir con los otros sus misteriosos poderes de Alma y de Arte”.

También como homenaje a los editores, sin los que no heredaríamos el pensamiento a las próximas generaciones, pienso en Ángel Rama y José Pedro Díaz, cito las palabras de Julio Casal, poeta y editor, padre de nuestra Selva Casal. En ocasión del viaje de Felisberto a Francia lo despide así: “No es que él vaya en fantasma por la realidad. Es la realidad la que lleva su pensamiento por recónditas zonas de niebla y misterio. Es de la luz viva, despierta, que nacen sus más lentos y escondidos paisajes. Poeta: no tendremos necesidad de buscarte, porque ahora en el aire y en la sangre de tu obra, más que nunca, ya te hemos encontrado. Además, la distancia es uno de los puentes que levanta el hombre para recordar”.

Hoy no sólo homenajeamos a Felisberto Hernández, la sociedad se homenajea a sí misma recuperando un hijo excepcional, que no pertenece ni a su familia, ni a las instituciones, pertenece al patrimonio cultural de la Nación, patrimonio del que debemos estar orgullosos todos.

Muchas gracias


1 comentario:

  1. Hola! Mi nombre es Gervasio Troche,humorista gráfico Uruguayo...felicitaciones por el sitio
    Tengo un blog el cual me gustaría que visites
    http://portroche.blogspot.com/

    Un abrazo
    Troche

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